martes, mayo 09, 2017

Los alcohólicos de Chile, de José Ángel Cuevas

A los alcohólicos de Chile / Quién los mató?
Quién los vengará?

sus corazones mitad agua
mitad sol / sus corazones

Los alcohólicos de chile lloran
llevan su pedazo de locura pegada al pellejo
vencidos parcialmente por la vida
por la muerte

como los araucanos
no fueron capaces de seguir disparando
tiraron la toalla
(pero no esos alcohólicos frívolos
pintiparados
platudos)

Los que aquí cayeron
la otra sangre derramada
sentados a orillas del camino de la vida y
sin saber nada
movieron los ojos a las nieves eternas

Honor y Gloria a los alcohólicos de chile


Quién los mató?
Quién los vengará?

Batallas por la memoria

Probablemente uno de los temas más difíciles y desafiantes de determinar sea esa zona donde derechos humanos y el sector de la sociedad civil involucrado se relacionan con la (perdón por las comillas) “gente común”, es decir, aquellos (muchos, mayoría) que no tienen un vínculo afectivo y simbólico con lo que pasó. Se escribió y pensó mucho al respecto, y muchos podrían con buenos argumentos pensar que es imposible que no haya “vínculo” entre cualquier ciudadano y la Historia, esa Historia. Una forma de abordarlo podría ser pensarlo en la geografía, como una tensión entre centro y periferia: la memoria es urbana, céntrica, organiza la ciudad, y tiene muchas veces una suerte de preponderancia de clase y se debilita hacia la periferia. Es un campo de lucha donde quienes mejor detentan un capital cultural se imponen, ejercen su memoria (la dictadura se cobró también víctimas en las clases medias, como nos recuerda Javier Trímboli que decía Tulio Haperín Donghi en “¿Qué quiere la clase media?”), y las víctimas y la violencia en las clases populares podrían significar un menor sobresalto, ya que esa violencia estatal es, fue y será una constante para los pobres. Algo así. Perdón si no soy tan específico o suena como mala sociología.

Desconurbanizar el peronismo

Gobernar la Argentina no es poblar, es gobernar el Conurbano que esta superpoblado. Suena feo, pero es real. La Argentina no se reduce al Conurbano, pero sin gobernarlo no se puede gobernar el país. Alfonsín y De la Rúa no pudieron. Menem, tercerizándolo en Duhalde, y Kirchner, tomando por asalto el duhaldismo, lo entendieron de entrada. De hecho, Cristina encontró su destino sudamericano enfrentando a "Chiche" en 2005. Anoto en la libreta que me gusta más decir "Gran Buenos Aires" que "Conurbano", una palabra ya demasiado estetizada para bien y para mal.

domingo, abril 02, 2017

Sé vos


"La libertad es fiebre"
(Indio Solari)


La clave para construir un anti macrismo lúcido es no ser lo que el macrismo se representa que sos. Para no hacer, como llama Pablo Touzon, “resistencia infinita”. Un gobierno que se recuesta sobre su polarización es un gobierno que se corre del “centro” y abre una oportunidad para ser aprovechada.

Vayamos por partes a decir algo sobre lo obvio. Las comparaciones autoconscientes y manifiestas entre las plazas. Lo que los manifestantes dicen y reafirman de sí y de los otros. Las dividimos en dos: las plazas de izquierda/peronistas y las plazas republicanas. ¿Qué se discute superficialmente en torno a ellas? Su organización: cómo se llega, qué se come, cómo se presentan en escena. En general ese corte de cómo se llega lo subrayan los republicanos: dicen que los otros llegan en colectivo, mientras ellos llegan solos, en auto, en transporte público. Sin estigmas podemos decir que la primera sociología de una marcha nace efectivamente de ahí: de cómo y de dónde llegan los que llegan a la plaza. ¿Cómo se llega a una plaza? Estamos hablando de clases sociales.

Otro tip republicano es la división entre organizados y espontáneos. Otorgando a “lo organizado” una sola interpretación: se trataría de manadas de personas arrastradas por punteros que les pagan y alimentan para que vayan. No entra un solo matiz. Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que un matiz por el ojo del manifestante. TN hizo su cobertura preventiva (hasta que comprobó que había gente) y abrió el micrófono con ese riesgo enorme: ¿qué dicen las personas que van? En muchos casos confirman nuestros prejuicios calentitos. Pero otros dicen sus cosas: sus dolores y sus miedos. Había mucho de inseguridad y hartazgo con el paro docente. Es decir: madres y padres que envían sus hijos a la escuela pública. La figura de la noche: Vidal. La insistencia del cronista era histórica: se basaba en destacar la falta de contenido político que cada uno de los manifestantes desmentía con el contenido político de su mensaje.

Se puede decir que: hay organización y espontaneidad en cada plaza, amén de las distintas tecnologías de esa “organización”. Dicho rápido: las plazas kirchneristas siempre estuvieron pobladas por familias, parejas y grupos de amigos que llegan en transporte público, “sueltos”. En un gran cronista de plazas como Mario Wainfeld, se puede hallar la descripción de ese detalle. (Y se trata de un peronista.) Los dos materiales del estigma (“colectivos y choripanes”) conforman más bien un subrayado en disputa que revive los prejuicios anti peronistas y monta en el propio peronismo un riesgo: sólo funcionar en espejo. ¿Así que odian el chori? Entonces viva el chori (el concepto goriperonismo de Pablo Touzon, hacer un peronismo afirmado sobre lo que los anti peronistas dicen que es). El gobierno atacó con tarifazos a las capas medias, dañó la moral de la ciencia argentina, redujo presupuestos universitarios… ¿estamos seguros que tiene sólo un inconveniente con los pobres?

Insisto: el problema entonces es… construirse en espejo. Y construirse en espejo tiene un problema: quién empieza el movimiento del espejo. Es el huevo y la gallina. Ayer se pudo ver que un grueso de la manifestación eran personas que probablemente hayan sido mortificadas por medidas macristas (Aranguren) pero que adhieren a este gobierno porque son OPOSICIÓN DE LA OPOSICIÓN. Sobre ese error se basó el cristinismo en su fase final de gobierno. Ayer fue una marcha de la oposición de la oposición, en esa especie de “día de la marmota” del señor Leuco (un gobernado mental por Cristina). A su modo, y en buenos términos, también sus bases le cantaron a Macri “¡poné la fecha!”, ya que le impusieron, como dice Alejandro Sehtman, un liderazgo intenso que rechaza. Y le pusieron palabras en la boca de un modo tan literal que en el video de saludo Macri fue obediente: dijo choripanes y dijo colectivos. Le dijeron: sos nuestro jefe. El colmo del momento paradójico (lo que mi amigo Santiago Diehl me explicó alguna vez bajo el concepto de “doble vínculo”) es el trato de los medios y el gobierno a los manifestantes: les dieron la orden de ser espontáneos. “Sé espontáneo”, parecía decirle cada cronista al vecino que abría la boca en su micrófono.

Pero sigamos. La mente en espejo funciona así: si TN valora sólo lo espontáneo, entonces debemos valorar sólo lo organizado. Hay un derecho en juego: no sos lo que el otro dice que sos ni aunque lo resignifiques. Cada uno es lo que quiere ser. Contra el discurso presidencial del chori no se sale sólo con un “¡viva el chori!”. Esta idea sobrevalorada de que todo lo ponemos bajo el paraguas de lo organizado es falsa. Peronistas: el 17 de octubre combinó las dos cosas. Sandra Russo en la primera convocatoria del Facebook de 678, en el viejo 2010, entrevistada en una plaza inesperadamente llena, dijo la palabra maldita, dijo: espontáneos. Dijo y se desdijo. Dijo y se sintió extrañada (“¿la dije?”) y la tomó de las alas como a una mariposa que se le escapó de la boca, y laguneó un poco, reponiendo el contraste tranquilizador: nosotros organizamos. ¿Por qué negar que ese valor también subyace debajo de la valorización de “lo político”? Una cosa necesita de la otra.

Otra posible forma de ver la división es entre “politizados” y “apolíticos”; si lo pensamos a través de los usos de la plaza pública. Digamos: en los protocolos de esa “ocupación”. Si una marcha politizada está llena de banderas particulares (agrupaciones, partidos, sindicatos, movimientos sociales, centro de estudiantes), la de los apolíticos apela a una sola bandera (la nacional), como si sólo fuera posible expresarse a través de la máxima abstracción universal de la bandera celeste y blanca (cada vez más celeste, cada vez más blanca), ya que lo contrario sería político. Una república universal que se siente amenazada por las partes. Sociedad y Estado versus política. Un partido político (PRO) celebrando una marcha porque no es política. Otra paradoja.

Los politizados marchan y usan ese espacio que crean como forma y fondo: estar en la calle es bueno, es también un fin en sí mismo además de la necesidad. De algún modo se combina la tradición sacrificial de la izquierda (barricadas, piquetes) con la tradición festiva del peronismo (carnaval, fiesta del 1ero de Mayo, etc.). Las marchas republicanas revisten una idea de “última vez”, de “tuve que salir”, es decir, de excepción en el cruce de la frontera entre lo privado y lo público. Por eso muchas veces el ceño fruncido, el cartel personal, el mensaje completamente humillante que no fue constatado en ningún diálogo colectivo. Un ciudadano convocado que sale a poner fin a las otras plazas: como si dijera “este era mi límite”. Actúa bajo esa ofensa: me hicieron ir a la plaza. Tiene un andar como si en su sola presencia restableciera el orden perdido. Una señora la tarde del 1 de abril dijo: “tengo sesenta años, es la primera vez que salgo”.

Desde 2001 que lo privado que se hace público es más privado. En los años 80 y primeros 90 no podías ver a un joven a los gritos en Plaza de Mayo porque no podía sacar los dólares para irse de vacaciones. Eso lo vimos el 13 de septiembre de 2012, a los efectos del cepo cambiario. Cacerolazos, ciertos piquetes (como el lock-out patronal y prolongado de 2008), algunos “escraches”, son formas domésticas que rompieron los protocolos clásicos de la política partidaria, sindical o de izquierda de esa ocupación, y que contienen formas menos previsibles. La protesta o movilización conviven con las posibilidades de su contagio, con organizaciones menores, con las mediatizaciones, y así. Formas que tienen más desdibujados los resortes y articulaciones organizativas. Ya nos quedó claro el modo en que desde los medios ajustan la espontaneidad: cuando valora lo espontáneo es que celebra su propia organización. Punto.

Otro problema: la clase social. Ser (y parecer) de clase media es un problema de legitimidad en un país donde es lugar común hablar mal de la clase media. Ah, la clase media, eso que los politizados argentinos aman odiar. Y ese es un problema para las izquierdas y populismos (con tantos militante provenientes de esa clase). Según nuestro sistema de prejuicios vigente si sos de clase media estás en problemas y sos menos “real” que si fueras de abajo o de arriba: te merecés solo dar cuenta de lo que pasa en las cuatro manzanas que te rodean porque si subís de clase sos un tilingo al que Jauretche ya le escribió el epitafio hace más de medio siglo, o si bajás para los cínicos sos un pobrista que lava culpas lavándoles los pies a los pobres en la parroquia del cura Pepe o alfabetizándolos en una unidad básica. En esto diría que no hay prejuicios de un solo lado. Se puede leer a un cambiemita también despotricar contra la clase media y sus deseos consumistas irresponsables (si el kirchnerismo les decía “quieren ir a Miami”, el macrismo les dice “nos quieren romper la macro!”). ¿Cómo se llega a la clase media? ¿Quién te depositó, qué cigüeña en un hogar de clase media? ¿Tus padres, tus abuelos? Podemos ver en la clase media una historia de movilidades ascendentes y también rivalidades internas (lucha de clases medias) que anidan en las identidades nacidas post 2001: kirchnerismo y macrismo, LA construcción en espejo. El macrismo fue estimulado por un kirchnerismo purista que quería tener un enemigo nítido en frente y se dedicó al control de calidad ideológica del peronismo. Y así nos fue.

¿Qué vimos? A Macri recostado sobre su minoría intensa, repitiendo a coro sus peores prejuicios. No se trata de una oportunidad de la metáfora trillada de la “avenida del medio” (que explica la existencia de un electorado selectivo más que de una “fidelidad massista”) sino de la ampliación plural del campo opositor para ocupar también ese centro en disputa. Hay que romper el espejo (aunque traiga mala suerte).

lunes, marzo 27, 2017

lunes, marzo 13, 2017

El Indio entre nosotros



Qué problema los artistas de izquierda para la derecha. ¿Tendrían que ser donantes fijos de todos los “comité de huelga”? Eso quiso ser León Gieco, que no es que no viva en una Torre, pero quiso ser la voz solidaria, vaciarse y ser llenado por la rigurosa Señora Memoria: canciones para las 331.228 víctimas de las dictaduras de Congo y Conga. Seguramente el doble estándar natural de ser empresario de sí mismo y su mordacidad pública lo colocaron al Indio sobre la pica de quienes gozan con enterrar mitos progresistas: ¿el Indio descuida a sus representados, los invita a vivir la aventura de su intemperie? ¿Cómo entran las regulaciones del mercado y del espacio público en su “misa”?

sábado, enero 28, 2017

Che, pibe, vení, votá



La democracia a la larga tiene algo difícil para la sensibilidad de los intensos, los románticos, los especialistas, los pasados de rosca: los votos. Se vota, millones de votantes mueven la rueda de la historia. Todos votan, o mejor: todos pueden votar. Incluso los que no, en su ausentismo, se hacen sentir. Como en Estados Unidos. Como en Reino Unido. Millones de ciudadanos sin gracia ni épica saben que hay un día cada dos años donde ir, meter el sobre, elegir a alguien, delegar. Hay un día que cada persona vale un voto. No vivimos en igualdad ante la ley, pero vivimos en igualdad ante las urnas. Los que van seis menos cuarto, los que van tempranísimo para ahorrarse el tiempo de la cola, los que van cuando se levantan, los que van en familia. No hay nada mejor que este sistema, el del tiempo contra la sangre, de las mayorías contra las elites. Ese día, esos días, las personas “comunes” tiran más que una yunta de bueyes. Es difícil conciliar la prosa de la épica política con las voces ordinarias de los nativos que votan: ¿por qué votan así o asá? ¿Siempre “es la economía, estúpido”? Punto de partida y a la vez cima de la conciencia ciudadana: la democracia es una guerra de persuasión. Escribió Luciano Galup en el sitio Política Argentina (“Échale la culpa a la post-verdad”): “Todo indicaba que en 2016 esa novedad iba a ser el big data y el cruce de grandes volúmenes de información con estrategias de campaña microsegmentadas. Pero Trump ganó una elección inesperada, y la que era la niña mimada en estrategias de comunicación política del momento perdió cartelera por el shock que significó esa victoria del republicano”. El voto es secreto, y se lleva a la tumba. Donald Trump habló en un solo idioma y prácticamente a un solo receptor (el trabajador americano blanco), con eso le bastó.

lunes, diciembre 05, 2016

Yendo al quid de la cuestión: el argumento atendible de que esta “economía popular” acepta existir como colectora pobre de una economía capitalista excluyente opera sobre la idea de que va a existir una economía capitalista formal y regulada más o menos por el Estado en la que van a ser incluidos todos los trabajadores argentinos. Es decir, que ese porcentaje de la población entre el 25% y 30% va a obtener un trabajo formal con la integración social correspondiente. Ahora bien, esto no fue posible ni en los años kirchneristas de crecimiento a tasas chinas. Se trata de una fantasía peronista clásica, cegetista, pero también del elenco gubernamental que despotrica contra las políticas sociales para hacerse eco del discurso “contra los planes”. Y sin embargo: ¿se puede renunciar al enunciado de ese ideal de “progreso social”? No. Y a la vez, ¿cómo ubicar este nuevo discurso socialcristiano, pobrista, mítico, anti consumista, por momentos aguerrido y por otros con olor a incienso conciliador? ¿De dónde salió? ¿Dónde lo ponemos ahora que hasta la CGT comienza a incluirlo en su horizonte de representación? ¿Es la solidificación de la pobreza, la formalización de algo informal? ¿Y qué hacemos en el mientras tanto con ese porcentaje significativo de la población que en el corto plazo no tiene ninguna chance de ser un trabajador formal? Asimismo, la idea de que un gobierno neoliberal para pocos usa a la “economía popular” como compensación para los pobres omite que su emergencia se produjo durante el modelo de crecimiento y consumo.

miércoles, noviembre 30, 2016

La guitarra del joven soldado

“¡Cuba, Cuba, Cuba, el pueblo te saluda!” cantaban una vez más los miles que llenaron el estadio de Vélez para oír a Silvio Rodríguez en 1994. Con más interrogantes en el aire sobre qué era ese “pueblo” que saludaba a Cuba que Cuba misma, Silvio en el escenario era parco y tiraba como margaritas y a cuentagotas la serie de hits que esa monada psicobolche pedía a rabiar (“¡Cantá Ojalá!” era el timbre femenino que se repetía porque tampoco se puede gritar el largo “¡Cantá Óleo de una mujer con sombrero!”). Silvio fue, más que su hermano Pablo, una fuente de información política para los que no hicieron el tour temprano a las islas. Cuyo viaje comprobaba un antiguo rumor: que Silvio y Pablo hace rato que no eran hermanos (tuvieron incluso su pelea memorable por blog), y que uno (Silvio) era un poeta del régimen y que el otro (Pablo) era un artista del pueblo cubano. Bueno, pero eso preferimos muchos de nosotros: escuchar de primera mano la poesía informada del soviet cubano y sus misterios. En “El juego de las sillas”, en “Sueño con serpientes”, en “Playa Girón”, en “Flores nocturnas” se oye una voz de la conciencia de esa revolución. (“Me quitó el rostro y lo dobló / encima del pantalón” canta el maldito vallejiano en ese gran disco inmortal combat llamado “Mujeres”.)

La década del 90 marcó en Cuba el “período especial”. La caída del bloque soviético estaciona a la isla en el momento de mayor aislamiento, y ubica una de las épicas de resistencia del Régimen: ¿cuánto la sociedad y el Estado cubano podían sostener su “socialismo”? Como todo orden: no lo explica sólo el fusil. Y en aquella década Silvio Rodríguez publicó una serie de discos, en verdad tres, que se llamaron por su nombre y apellido: “Silvio”, “Rodríguez” y “Domínguez” (1992, 1994 y 1996 respectivamente). Era la vuelta a las raíces, un despojamiento en espejo con la escasez de la propia isla y su economía asolada: se graba solo con su guitarra y ensaya tal vez su último mejor repertorio, canciones del estado de aquella revolución de la que era un vocero esencial y con la que se permitía entonaciones críticas desde adentro (“El problema”, “Hombre”, “El necio”, “La desilusión”, etc.). Silvio en los 60 y 70 fue un artista casi marginal, pero su repercusión en el Cono Sur, y sobre todo, su seguidilla de conciertos junto a Pablo Milanés en la Argentina de 1984, en plena primavera alfonsinista, lo devolvieron glorioso a la isla: para un cubano no hay nada mejor que un cubano que triunfa en Argentina. Nacía otro exportador de la Revolución que dialogaba con las culturas democráticas nacientes (Argentina, Uruguay, Chile), fundando una trayectoria menos popular que prestigiosa para su pueblo (los pueblos no aman tanto a los burócratas de sus revoluciones). De modo que se convirtió en uno de los grandes narradores de esos agridulces años 80 en las democracias del sur, y un matizador ideológico sutil: de hecho, años después, durante su participación en el primer festival popular kirchnerista (el 25 de mayo de 2004), luego de cantar, y con Cristina en primera fila tomada por las cámaras mostrando conocer las canciones de memoria, se declaró “marxista-kirchnerista”, y esa definición parecía consagrar el pulgar para arriba de la isla al nuevo experimento peronista. A excepción de Menem, todos los gobiernos peronistas (Perón en 1973, y Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina) mantuvieron plenas relaciones con Cuba. Pero volvamos a los 90.

En ese disco llamado “Silvio”, que operaba como testimonio íntimo del “período especial”, metió un bolero bello y casi aburrido dedicado al “joven soldado” de la Cuba socialista, imagen eterna entre los ecos de la guerra fría que se apagó en todo el mundo menos entre las millas de mar bravo que separan Cuba de USA. “La guitarra del joven soldado” se llama la canción, mezcla de “canto a sí mismo”, pero dedicada también al soldado que ocupa un puesto de frontera y pasa la noche entre rasgueos y esquirlas de la revolución, en la larga vigilia cubana a tan pocos kilómetros de las costas de Miami, las puertas del Imperio que juraron arrasar y con el que encontraron un equilibrio tan tenso y duradero. "En la dicha y en el llanto, pero siempre enseñando a vivir." Este poeta del Soviet cifra en la vida del soldado desconocido que vive a la espera de una guerra que no se librará su propio espejo: Cuba y el tiempo. En la carta de Perón a Fidel llevada en mano por Gelbard así lo dice el General: “Tiempo, sobra. Sangre, falta.” Y dijo más: “Las revoluciones no pueden ser idénticas en todos los países porque tampoco todos los países son iguales, ni todos los pueblos tienen la misma idiosincrasia. Es preciso que cada uno actúe dentro de su soberanía con sus propios métodos.” Perón parece decirle al Fidel universal: el marxismo es lo particular. Fidel apoyó (incluso contra la voluntad de las guerrillas) ese tercer gobierno peronista. Y Alfonsín, el presidente socialdemócrata con el que se entendió, pisó Cuba por primera vez en busca de garantías de la retirada guerrillera en el Cono Sur (le preocupaba que el FPMR arruinara los planes de transición chilenos). Fidel fue un patrón de izquierdas que también podía elegir Tiempo por Sangre. En la Argentina el comunismo real no tenía fijado el domicilio en la sede del Partido Comunista.

El fin, la agonía, el retroceso o el laberinto de los gobiernos progresistas del sur de este tiempo que no son o fueron idénticos, ni de países iguales, ni pueblos de misma idiosincrasia, y a los que Silvio cantó, se riman con esta melancolía cubana que vela a Fidel: se va una época y habrá que saber esperar como ese soldado joven y eterno de la guitarra en la guardia de una guerra imposible. La espera también es una acción.

 

domingo, noviembre 27, 2016

CARTA DE JUAN DOMINGO PERON A FIDEL CASTRO


Excelentísimo señor Primer Ministro, República de Cuba, Comandante Fidel Castro

Estimado amigo:

Justamente hoy se cumplen 28 años del día en que asumí la primera magistratura del país, dando un paso en la evolución con un movimiento revolucionario basado en la Justicia Social. Movimiento que perdura en el tiempo y en el espacio, puesto que nuevamente, pese a mis años, estamos firmes resolviendo el futuro de nuestra Patria, buscando salvarla del desastre en que un desgobierno de dieciocho años la ha sumido.

Al frente de esta misión de amistad, les envió al amigo señor Gelbard, nuestro ministro de Economía, que tiene el encargo de darle un fuerte abrazo de mi parte, junto con mis saludos, y también testimonio del profundo agrado que sentimos por la apertura práctica entre nuestros pueblos. En todas las clases de relaciones humanas, la verdadera fraternidad se demuestra no con palabras sino con hechos fehacientes. Nosotros los justicialistas tenemos un aforismo que dice: “Mejor que decir es hacer; y mejor que prometer, es realizar”.

¡Cuba y Argentina lo están demostrando en la práctica!

Las revoluciones no pueden ser idénticas en todos los países porque tampoco todos los países son iguales, ni todos los pueblos tienen la misma idiosincrasia. Es preciso que cada uno actúe dentro de su soberanía con sus propios métodos.

Pero es indudable que la necesidad de una unidad latinoamericana será la única posibilidad de libertad real para nuestro continente. A esta meta debemos concurrir todos de inmediato, para poder elevar nuestra voz con seguridad y respaldo en el seno de ese Tercer Mundo que garantizará nuestro desarrollo futuro y la libertad en lo económico, político y social.

Tanto usted amigo Fidel, como yo, llevamos muchos años de permanente lucha revolucionaria. Ello otorga una experiencia invalorable que es preciso transmitir a la juventud, para evitarle atrasos que se pagan siempre con dolor y sangre, inútilmente. La pujanza viril de la vida joven, para rendir verdaderos frutos a la Patria, debe ir acompañada de la cuota de sabiduría que otorga la experiencia. 

La responsabilidad que pesa sobre nuestros hombres no es ya la de realizar la revolución que cada uno de nuestros ideales concibe como lo mejor para su pueblo, sino enseñar a nuestros descendientes a consolidarla. Para ello, tenemos dos caminos: tiempo o sangre.

Tiempo sobra. La historia nos enseña cómo los excesos vuelven finalmente a su cauce habitual. 

Sangre, falta. Puesto que somos un continente descapitalizado, que precisa su puesta en marcha por medio de la unidad fraternal, donde los intereses individuales sean considerados y respetados, cuando los mismos no afecten a la comunidad latinoamericana; y en ese desarrollo necesitaremos aumentar al máximo los habitantes en el continente.

¡En fin! Todo esto quiere decir que la tarea no se termina mientras uno viva. Pero bien vale la pena vivir y morir por un ideal que trasciende a los pueblos.

El señor Gelbard le contará cómo marchan nuestras cosas y confío en que todo marchará bien. Reciba un cordial saludo y mi afecto sincero.

¡Un gran abrazo!

Juan Domingo Perón

miércoles, septiembre 14, 2016

FB

Con la escena de crueldad de los rugbiers contra el linyera nos podemos hacer un picnic de metáforas de la época. En esta ciudad donde estornudás y es metáfora de algo. Se parece al fotograma de una adaptación perdida de La Naranja Mecánica: pegar de atrás y escapar. Me parece razonable que el club los sancione. Me parece siempre border esto de que la viralización de una escena funcione como disciplina, como otra forma de abuso de poder donde todos pueden ver el mal que hacemos, y se produce una desproporcionada exposición para la que no hay plataforma de respuesta posible, y es festín para el consumo morboso; aunque esto ocurrió en la calle y los mismos agresores lo filmaron (se ve que lo querían volver a ver y disfrutar). Que se jodan. Lo que me jode es la idea de probation, esa "penitencia" de que los chicos hagan tarea comunitaria en una de las tantas Ong$ que tercerizan el bien. En mi sociología de raje sólo cabería que la tarea comunitaria sea entre el agresor y el agredido. Construir un vínculo ahí. Que no se le pierda el rastro al linyera, que se sepa de él. Que no se pierda ni diluya tan rápido la relación entre la víctima y el victimario. Que no se tercerice la reparación en tantas mediaciones que desvinculan. Que no se enfrenten los rugbiers sólo a la mirada sancionatoria de una sociedad indignada. Que no pierdan de vista la escena, al que salió lastimado. Que tengan que tener una palabra hacia él. Mi amigo Pedro Núñez dice que algunas escuelas llaman "sanción reparadora" a eso. Eso sería el bien, ¿no?